Impulsiva, temperamental, amante de la ganadería, inquieta y vitalista. Así es Laura Castrillo, nuestra mujer ganadera que abandonó su trabajo en la ciudad para volver a su pueblo y seguir la saga familiar en la Montaña Palentina.
Laura será la ponente en su charla «Soy Ganadera» del sábado 20 de mayo a las 10.30 h. en el Mercado Comarcal de Ganado de Palencia.
Y es que, según ella, no basta con el hecho de dar una serie de ayudas a los jóvenes, «hay que dar mayores facilidades, hay que reducir burocracia, ya que eso regala tiempo, hay que implicarse con la realidad de la España Vaciada y entender las motivaciones que han posibilitado ese abandono del rural, del campo y de las ganaderías, para poner soluciones. Hay que posibilitar que todos aquellos que se quieran quedar, lo hagan, y que puedan embarcarse en unos proyectos de vida con cierta prosperidad»
– Ganadera, joven, mujer y emprendedora en el medio rural, ¿cómo combinas esa mezcla para que el resultado sea un éxito y te sientas feliz con lo que haces?
En principio, lo que quiero subrayar de cara a esta entrevista es, que al ser de forma escrita, ¡es difícil dar énfasis a las palabras! Se pierde la espontaneidad e incluso la magia. Cuando a uno le dan lugar a pensar, a releer, o a dar vueltas a lo que quiere pone ya no es una entrevista informal y casual, es más bien una redacción en la que uno mide las palabras.
¡Éxito y Felicidad! ¡Qué combinación más potente! Francamente me gustaría poder decir que mi trabajo se resume en eso, pero no es real. El éxito viene de la mano de la rentabilidad económica, del cumplimiento de objetivos, de unos resultados satisfactorios. En esa palabra influyen muchos factores, que hoy creo que no los podemos encontrar en el medio rural, ni mucho menos en las ganaderías actualmente.
La felicidad se basa más en aspectos personales que laborales y tampoco sería la palabra acertada para hablar de mi trayectoria profesional. Si quiero decir, que a los ganaderos nos describen mejor otras palabras como: ILUSIÓN, ESFUERZO, RESILIENCIA
La ganadería es una profesión sacrificada que implica esfuerzo, muchas horas, muchas ganas, que te gusten los animales y el campo, también muchas renuncias. Tristemente el modelo social actual no se enfoca en el medio rural, y la soledad de nuestros pueblos, aunada a muchas otras carencias que debemos asumir en cuestión de servicios. No es lo más atractivo para la gente joven, ni mucho menos para la gente mayor.
– ¿Por qué decidiste ser ganadera?
¡¡Esta pregunta me la hago muchas veces yo a mi misma!! Jejejeje. Soy hija de ganaderos. Ganaderos que me han inculcado desde bien pequeña el amor por los animales y a la tierra, el valor del esfuerzo. El cariño a una profesión que hoy está dando los últimos coletazos por falta de relevo generacional, y porque cada día resulta menos atractiva y menos rentable.
Estas motivaciones afectivas son necesarias claro, pero no suficientes a la hora de tomar la decisión.
Yo siempre había participado de forma activa en el trabajo familiar. Estaba implicada en el negocio, me gusta el mundo del trato, me gustan los animales. pero nunca vi claro quedarme en el pueblo, al final una persona joven en el medio rural, con un trabajo que de alguna manera te condiciona en cuanto a horarios. ¡Es una decisión complicada!
Nuestro pueblo es muy pequeño, y el núcleo urbano más próximo es Aguilar, aunque hoy hay instituto en Cervera. Hace 20 años debíamos ir a Aguilar, con el esfuerzo que eso suponía para mis padres de tener que llevarnos y traernos, a unos al colegio y a otros al instituto, entonces a los 14 años me fui a estudiar a Palencia, después a la Universidad a León, y por último viví otro año en Siena, donde finalicé los estudios de la segunda Licenciatura..
Cuando finalicé mis estudios, el acceso al mercado laboral no era precisamente sencillo, por supuesto hice mis “pinitos” en distintos trabajos relacionados con mis estudios, un banco, una asesoría, pero en nada veía estabilidad, y hay que trabajar para ganarse la vida, entonceS en un momento dado entendí que teniendo lo que teníamos en casa, había que hacer una apuesta por ello, agrandarlo, crecer, decantarse por un proceso productivo con diversificación de ganado y de producción… innovar… no me parecía tan difícil continuar con un negocio que a mis padres les había posibilitado una vida digna y a tres hermanos que somos pagarnos unos estudios.
Entonces, junto con mi hermano y mis padres decidí formar una cooperativa agraria con algún aspecto innovador como el cebadero de equinos.
– Suponemos que no será fácil, ¿cuáles crees que son los hándicaps más potentes a los que os tenéis que enfrentar los jóvenes ganaderos?
Son tales y tantos los hándicaps que arrastra este sector, y concretamente la ganadería, que hacen de él un sector muy poco atractivo. El año pasado, como dato curioso, solo en Castilla y León, desaparecieron 7.200 explotaciones ganaderas. No existe relevo generacional en una profesión que demanda estar ahí los 365 días del año, en la que encontrar trabajadores es muy complicado, que te obliga a vivir en el medio rural o a estar cerca de las explotaciones, una profesión que cada día exige más…dando menos… con una burocracia asociada cada vez es más farragosa y más ardua.
En fin, francamente no es nada fácil y al final el producto de nuestro trabajo, no sólo no es valorado, si no que cada día está más criminalizado y peor pagado. Invadimos el hábitat de la fauna, manchamos los pueblos, nuestras vacas con sus emisiones de metano son las responsables del cambio climático, matamos animales, cobramos unas subvenciones ingentes, prendemos los montes… jejejejjeje.
El éxodo máximo de las gentes del rural a las ciudades trajo consigo el desarraigo y una corriente de desprestigio al sector primario, que se ha arrastrado hasta nuestros días. Hoy seguimos siendo pastores, vaqueros, pueblerinos…. Jejejeje… ahhh ganaduros, ¡¡qué me había olvidado!! jejejeje. Siempre oí en mi casa aquella frase educativa que se nos decía tanto de pequeños de… “¡¡ Estudia para ser algo en la vida!!”… que de alguna manera casi hiriente, dejaba el sabor amargo de aquellos que creen que el trabajo de sus vidas, ese que da de comer a tantos, te hace no ser nada.
La desoí, no por no estudiar, que lo hice, de hecho tengo dos Licenciaturas, la desoí por el hecho de quedarme en casa al frente de una explotación ganadera, y probablemente arrastrar ese lastre de sentir que no eres nada en la vida. No es que no me pregunte muchas veces como habría sido mi vida si hubiera optado por un Madrid, por una ciudad en el extranjero, o por un trabajo con horarios. Pero lo hice, y lo hice en su día orgullosa, con mucha ilusión, con muchas ganas, con pasión, porque la ganadería demanda románticos, y yo lo soy. O al menos, ¡lo era!
Me quedé en un pueblo donde sólo nuestra casa esta abierta durante los meses de invierno, sin cobertura, sin internet durante muchos años, y hoy tristemente, el que tenemos es precario.
Me quede en un pueblo sin una vida social, que no te implique la dependencia de un coche y un tiempo que muchas veces no se tiene.
Me quede en un pueblo, sin facilidades para cubrir expectativas en cuanto a inquietudes, como formación. Hoy debemos agradecer que exista una amplia oferta de formación online, pero subrayo de nuevo, que mi internet es precario.
Me quedé en un pueblo donde la mayoría de las casas están en ruinas, pero nadie vende y si lo hace, el precio de venta es comparable al de la Castellana, jejejeje, con lo cual eso dificulta mucho el acceso a una independencia.
Me quedé en un pueblo, donde mis padres, que fueron neorrurales que se vinieron de tierra de campos y lo mantuvieron vivo, apostando por una vida digna en él con su trabajo y creando una familia, justo en el momento en el que los pocos habitantes que quedaban lo abandonaban en detrimento del sueño urbano, si yo hoy, tuviera que hacer lo mismo…no lo haría, ya que pienso que si un día hubiera tenido hijos, aquí no podría estar, ya que los hijos del rural tienen la carencia más importante para un niño. ¡¡LOS AMIGOS!!
– Algo bueno también habrá, ¿no?
El contacto con la naturaleza y el campo es un lujo en los tiempos del ruido y la contaminación. La ganadería da disgustos, claro, pero ¡también da muchas alegrías!
Os he comentado antes que yo era una romántica, una persona enamorada de los animales, y ese hecho, pues al final, me resume, y es lo que de alguna manera puede paliar la parte negativa de esta profesión.
– Y como profesora de ITAGRA, ¿qué planteas a tus alumnos y cómo les enfocas la realidad del sector?
Yo estudie economía, y al final, centro mi trabajo básicamente en el aspecto más importante de las empresas, LA RENTABILIDAD. Ahí, en el punto de la rentabilidad, es donde más incido con los alumnos. Pueden tener un gran proyecto y mucha ilusión, pero no se puede vivir de nostalgia, y por lo tanto deben de incorporarse en explotaciones viables. Y explotaciones viables, no sujetas al incentivo de las subvenciones.
Si bien es cierto que hoy las explotaciones del sector primario son muy dependientes de las ayudas PAC. Éstas ayudas si todo va bien se cobran en el ejercicio económico en curso, pero no funciona así con las subvenciones a la incorporación, que conllevan una condicionalidad, o están sujetas a una serie de inversiones que los jóvenes deben haber pagado antes de percibir la totalidad de las ayudas. Y en un proyecto en el que no se ve una rentabilidad clara, esto puede suponer un grave problema a la hora de asumir los pagos, y al final vemos muchos casos de jóvenes, que no han podido sobrevivir económicamente con sus empresas, empujados por los fracasos económicos, a desistir antes de finalizar el período obligatorio de cinco años, y obligados igualmente a devolver las ayudas recibidas.
– ¿Cuáles creen que deben ser los factores a tener en cuenta cuando alguien quiere ser ganadero?
Creo que a lo largo de las breves respuestas de esta entrevista he utilizado muchas veces una frase: ¡este sector es cada vez menos atractivo! Y si es difícil para los que ya estamos establecidos, los que están por llegar, lo tienen complicado.
La problemática por la que atraviesa el sector es amplia, los últimos años han sido caóticos, antes de pandemia veíamos tractoradas en todas las ciudades de España casi a diario, la pandemia y después la guerra de Ucrania, han empeorado con mucho la situación, con una escalada constante de los costes de producción. El lobo, las restricciones y las exigencias en materia sanitaria, la burocracia asociada, los años de sequía, el modelo social actual, que cada vez se aleja más de trabajos que esclavicen, no vayan a malinterpretar los lectores estas palabras, que me molestaron en boca de Yolanda Díaz, y por supuesto para la mano de obra contratada existe un convenio que regula el horario y el sueldo, imposibilitando así encontrar mano de obra para las explotaciones.
No es nada fácil optar hoy en día por la ganadería, si las cifras económicas que hoy manejamos no cambian.
Entonces, incorporarse al sector, pasa por analizar minuciosamente las ventajas y las desventajas que tenemos, y francamente si las ponemos en una balanza. Entiendo el hecho de que al corregir los EJERCICIOS FINALES del CURSO DE INCORPORACION A LA EMPRESA AGRARIA que imparto con ITAGRA, el 90% de los jóvenes opten por la agricultura y no, por la ganadería.
Hoy la implicación de la Administración en esta materia, debería ser absoluta, y no basta con el hecho de dar una serie de ayudas a los jóvenes, que no discuto que puedan ser un aliciente o un impulso, hay que ir mucho más allá, hay que dar mayores facilidades, hay que reducir burocracia, ya que eso regala tiempo, hay que implicarse con la realidad de la España Vaciada y entender las motivaciones que han posibilitado ese abandono del rural, del campo y de las ganaderías, para poner soluciones. Hay que posibilitar que todos aquellos que se quieran quedar, lo hagan, y que puedan embarcarse en unos proyectos de vida con cierta prosperidad.
Ese lema de si el campo no produce, la ciudad no come, hoy más que nunca ha tomado sentido, ya que cuando un sector sistemáticamente pierde rentabilidad, se ahoga, y la consecuencia directa es el cierre de explotaciones, el no relevo generacional y una menor oferta de productos en el mercado, que acarrea una subida de los precios que debe asumir toda la sociedad.
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